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Desdelabiblio (Blog de la biblioteca del IES Lázaro Carreter)

EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD - 1º PREMIO DEL CONCURSO DE CUENTOS DE NAVIDAD

El jurado del  premio, convocado por la Biblioteca del I.E.S Lázaro Carreter ha decidido que el Primer Premio del concurso de cuentos de Navidad es:

El Verdadero significado de la Navidad, presentado con el pseudónimo Don Giovanni. 

La cálida luz de la luna brillaba intensamente mientras que las luces de colores invadían las calles de la ciudad. La gente iba de aquí para allá… unos disfrutando de la original decoración navideña que había inundado hasta el último rincón y otros caminaban con prisa para llegar a casa con su familia o aprovechaban para hacer las últimas compras.

Las espesas nubes dejaron al fin caer los primeros copos de nieve que se iban posando delicadamente sobre la calzada.

María miraba cómo golpeaba la nieve en el cristal de su ventana, subida en una pequeña banqueta. Se le dibujó una sonrisa de emoción en la cara y volvió corriendo al salón.

-       ¡Está nevando, abuelito! ¡Está nevando! – gritaba contenta.

-       Sí, pequeña… Va a ser una bonita navidad, ¿eh? – contestó el abuelo Pedro.  Pero venga, no te acerques a la ventana, no vayas a coger frío – continuó diciendo.

La alegre niña cogió su cuaderno de colorear y unos lápices de colores y se tumbó en una gran alfombra peluda que había a los pies del sillón en el que estaba sentado su abuelo. Era su rincón favorito para pintar porque el pelo desprendía un calor especial.

Mientras su abuelo veía la televisión ella coloreaba un bonito árbol de navidad.

-       “La gente aprovecha para hacer sus últimas compras”… “el nuevo juguete de Bob Esponja ya está agotado”… “la cola para la caja es de dos horas” – se oía decir al señor del telediario.

-       ¡No sé cómo puede pasar esto! Todos los años igual. – exclamaba el anciano.

-       ¡Muy fácil abuelito! – dijo María.

-       ¿Cómo dices, bonita?

-       Pues eso, sólo van a comprar lo que necesitan – contestó satisfecha.

El abuelo sonrió y dejó salir de su interior una pequeña carcajada.

-       Pero… ¿Realmente crees que la gente necesita todo esto? – preguntó este.

-       Bueno, pues… si lo compran es porque sí es necesario, o al menos eso es lo que piensan ellos – dudó la pequeña.

Satisfecho con la respuesta de su nietecita, se dio cuenta de lo tarde que era, así que, habiéndose tomado ambos un vaso de leche se fueron a acostar.

A la mañana siguiente todo estaba cubierto de blanco. El sol brillaba con tal fuerza que la nieve desprendía una luz que cegaba los ojos de la pequeña María, que observaba aquella estampa invernal desde la terraza.

-       ¡Ya está el desayuno! ¡Date prisa o se quedará frío! – decía su abuelo.

-       ¡Un momento, un momento! Quiero ver un rato más la nieve, es tan bonita… - replicaba. 

El anciano que tanto se preocupaba por la felicidad de su nieta, tuvo una idea.

-       Tengo que hacer la compra. Si quieres,  podemos bajar a dar un paseo para que juegues con la nieve. – dijo.

-       ¡Sí! ¡Porfa, porfa! ¡Qué bueno eres! – exclamaba emocionada.

Y así fue. La pequeña niña recorrió las calles principales de la mano de su abuelo, haciendo alguna que otra vez pequeñas bolas de nieve. Se lo pasaba realmente bien.

De repente, mientras seguían su camino hacia el supermercado vieron a una mujer con un niño en brazos que estaba sentada sobre un cartón en el frío suelo.

-       Abuelito, ¿por qué está esa señora con su bebé ahí sentada?

Pedro se quedó algo desconcertado, pensando una respuesta adecuada para su nieta.

-       Pues verás… Esta mujer no tiene trabajo, entonces no tiene dinero para comprarse una casa, ni para comer… - intentó explicar.

La expresión de la pequeña mostraba desconcierto, tristeza y compasión.

-       ¿No tienen casa? ¿Ni comida? Pues… ¿cómo viven? – preguntaba curiosa.

-       Vamos, María… se hace tarde y tenemos que comprar. – dijo cortando la conversación.

Diez minutos después llegaron al supermercado. Cuando estaban en la frutería, María, que vio cómo pedía su abuelo, añadió:

-       ¡Y cinco manzanas!

-       Unas manzanitas para la chiquitina, ¡marchando! – dijo el frutero.

-       María, ¿por qué pides manzana? Si no te gusta. Puedo comprarte peras si prefieres. – comentó el anciano.

-       Mmm… Bueno, vale, pero también quiero las manzanas.

Extrañado, el abuelo le hizo caso. Después de haber comprar todo lo que ponía en la lista volvieron a casa.

-       Ahora, te llevaré por un camino más bonito para que juegues en el parque.

-       ¡No! ¡He perdido mi guante, tengo que encontrarlo! – se empeñó la niña.

-       ¿Por qué no me lo has dicho antes? Vamos, anda, a ver si lo encontramos, que son los guantes preferidos de tu madre.

María se había inventado todo. No había perdido el guante, si no que se lo guardó en el bolsillo. Todo lo que contó a su abuelo era una excusa para volver a pasar por delante de la señora que mendigaba en la calle. Digamos que fue… una mentira piadosa.

Cuando volvieron a ver a la mujer, la niña que había pedido llevar a su abuelo las bolsas de la fruta, echó a correr hacia ella.

-       ¡María! ¡María! ¿Dónde vas? ¡No corras, te vas a caer! ¡Ven! – gritaba el abuelo asustado.

La inocente niña se acercó a la pobre mujer y cumplió la idea que había tenido en mente desde que la vio por primera vez. Le entregó las dos bolsas de fruta que había exigido comprar a su abuelo.

Pedro alcanzó a su nieta, pero prefirió ver qué hacía desde una cierta distancia. La cara de la señora desprendía una sensación de ilusión y agradecimiento.

No se podía creer lo que estaba pasando.  A la mujer se le escaparon varias lágrimas de emoción y le dio un beso a la pequeña. No paraba de agradecérselo.

El abuelo que también estaba emocionado, se acercó a la mujer y le ofreció parte de su compra y algo de dinero.

-       ¡Muchas gracias, muchísimas gracias! ¿Cómo os lo podré agradecer? – decía constantemente la señora.

-       Pasando una feliz navidad y acordándote de nosotros – respondió el abuelo.

Al llegar a casa, Pedro puso una película en la tele para verla con María. En los intermedios, entre miles de anuncios uno llamó la atención de la pequeña.

-       “¡Y descubra el verdadero significado de la navidad!” – decía la publicidad.

La curiosa niña, que todo lo cuestionaba, volvió a preguntar como de costumbre.

-       ¿Cuál es el verdadero significado, abuelito?

El hombre dudó por un momento. La verdad es que nunca le habían hecho esa pregunta. Reflexionó por un momento y resolvió la duda de su nieta.

-       ¿En primer lugar, tú qué crees que significa la Navidad?

-       No sé… en el cole, la profe de religión nos ha dicho que celebramos el cumpleaños del niño Jesús. ¿Es eso, es eso?

-       Bueno... La Navidad para los cristianos, significa recordar el nacimiento de Jesús, e intentan estar alegres rodeados de amor y paz. Para los ateos, es lo mismo, pero sin tener en cuenta a Dios… pero toda la gente, crea o no, quiere estar con su familia y la gente que estima.

-       Sí… Creo que ya lo entiendo. – dijo tímidamente María.

-       Además, para los centros comerciales es un negocio, y para las familias un derroche y un gran gasto de dinero… Pero esto ya lo entenderás de mayor. – continuó diciendo.

-       Jolín, abuelo… ¡Cuántas cosas sabes, qué listo eres! ¡Y cuántas cosas me enseñas! – decía asombrada.

El hombre hizo una pequeña pausa. Se frotó las manos, la frente y cogió de la mano a su tierna niña.

-       En realidad, tú has sido la que me ha enseñado una cosa muy importante hoy, que yo la tenía algo olvidada.

-       ¿Ah sí? ¿Cuál es? – preguntó María impresionada.

-       Tú me has enseñado el verdadero significado de la navidad, que es ser solidario con el que tienes cerca de ti. Con un pequeño e insignificante gesto, puedes darle una gran alegría a una persona, o prestarle una gran ayuda, como has hecho esta mañana con la señora que pedía en la calle. Además tenemos que ser buenas personas para estar todos contentos. Así estaremos más felices y podremos hacer un mundo mejor.

 -       ¿Todo eso te lo he enseñado yo?

 -       Sí, con tu inocencia has hecho un gran gesto, que mucha gente olvida hacerlo en su vida cotidiana… ¡Hasta el más sabio puede aprender cosas de sus discípulos!

El abuelo le dio un beso a su querida nieta y después un cálido abrazo. “¡Qué grande y qué lista se está haciendo mi niña!” pensaba para sus adentros.

En ese mismo instante, sonó el timbre.

-       ¡Ya estamos aquí! – gritaban unas voces de fondo.

Se trataba de los padres de María. Habían ido a recogerla, y a su abuelo se le puso un gesto triste en la cara.

-       ¡Oh! ¿Ya venís a por ella? ¡Qué poco tiempo ha estado conmigo!

-       No, no, papá. Hemos venido a comer contigo. Aunque tenemos mucho trabajo, sabemos que te gusta que estemos junto a ti, y más en estas fechas. – dijo la mamá de la niña.

La cara del anciano recobró la sonrisa, y dando besos y abrazos a todos exclamaba:

-       ¡Así es como me gusta pasar los días de navidad, con mi familia!

-       ¡Claro que sí! ¡Qué cosas tienes! Mañana en Nochebuena vienes a cenar a casa, como siempre, que vienen también Alicia, su marido y los niños.

-       Está bien. Bueno, bueno, tomad asiento, que el anfitrión hoy me toca serlo a mí. Mientras se termina la comida, os contaré una bonita historia que ha pasado con vuestra hija… Y después un cuento familiar de navidad.

Así pasó. Pedro pasó los días siguientes rodeado de sus familiares, que se acordaron de él. Disfrutaba contando historias, batallitas… También de la compañía de su familia, sintiéndose acompañado.

A pesar de todo el trabajo que tenían sus hijos, hicieron un esfuerzo para estar el mayor tiempo posible a su lado. Este pequeño gesto, significó mucho para el abuelo, que recibía de este modo su recompensa por entregarse tanto a los demás a cambio de nada. Al terminar Nochebuena, volvió a su casa, y una vez dentro de la cama, ordenando sus ideas, aseguró: “Sin duda, este es el mejor regalo de Navidad”.

FIN

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